Un grupo de siete trabajadores indios usó una cuerda para poner a salvo a una mujer después de que su automóvil cayera en un sumidero.
Cuando un sumidero de 3 metros de profundidad en una transitada carretera de Singapur se tragó un Mazda negro el sábado, un grupo de trabajadores de una obra en construcción cercana entró en acción.
Tomaron una cuerda de su lugar de trabajo y la arrojaron al sumidero hacia la conductora, quien para ese entonces ya había salido del auto.
En menos de cinco minutos lograron ponerla a salvo.
“Tenía miedo, pero lo que sentía era que primero había que rescatar a esta mujer”, dijo más tarde a los periodistas el capataz de la obra, Suppiah Pitchai Udaiyappan.
Las imágenes del incidente se volvieron virales rápidamente en las redes sociales y muchos aclamaron a los trabajadores como héroes.
El Sr. Udaiyappan y su equipo son “trabajadores migrantes”, un término utilizado en Singapur para describir a los 1,17 millones de trabajadores que llegan a la rica ciudad-estado desde países de bajos ingresos como Bangladesh, India y Myanmar.
Una gran mayoría de ellos trabaja en empleos mal pagados y que requieren mucha mano de obra, que los singapurenses rechazan.
Esta no es la primera vez que trabajadores migrantes han colaborado como socorristas para salvar vidas en Singapur. En abril, cuatro de ellos ayudaron a rescatar a niños atrapados en un local comercial tras un incendio.
Sus recientes acciones han reavivado el debate sobre los derechos –o la falta de ellos– de los trabajadores con bajos salarios en Singapur.
La economía de rápido crecimiento de Singapur se sustenta en el trabajo de estos trabajadores, que representan casi tres cuartas partes de la fuerza laboral extranjera del país. Muchos de ellos trabajan en sectores como la construcción, los astilleros y la manufactura.
Singapur no tiene salario mínimo para los trabajadores migrantes, lo que significa que algunos pueden ganar tan solo S$300 (US$233; £175) al mes, según grupos de defensa. Viven en dormitorios abarrotados, a menudo alejados de las zonas residenciales.
También suelen ser víctimas de abusos por parte de las agencias de contratación y sus empleadores, como exceso de trabajo, trabajo no remunerado y malas condiciones de vida. Estos problemas están bien documentados, pero los activistas afirman que poco ha cambiado con los años.
“Hoy los celebran. Mañana volverán a generalizarlos como tramposos, mentirosos y corruptos”, escribió la trabajadora social Suraendher Kumarr en Instagram, en respuesta al incidente del sumidero.
Durante la pandemia de Covid en 2020, sus condiciones de vida quedaron al descubierto después de que los dormitorios de los trabajadores se convirtieran en un foco de virus, y cientos de trabajadores daban positivo a diario.