Todos lo hacemos y luego nos odiamos por ello.
Estamos en casa pensando si disfrutar de un poco de yoga, dar un paseo matutino o incluso charlar con familiares. En cambio, nos encontramos pegados al sofá, viendo un torrente deprimente de noticias o mirando fotos de conocidos lejanos en Instagram .
Sabemos que disfrutamos poco de lo que hacemos, pero nos vemos incapaces de rendirnos y, en cambio, hacer algo más gratificante y divertido. Entonces, ¿por qué continuamos con algo que perjudica nuestro bienestar mental e incluso puede perjudicar nuestras relaciones?
Nuestra investigación demuestra que esta falta de adaptación es común. En una encuesta a 118 adultos, el 94 % admitió experimentarla, mientras que el 50 % mostró algún tipo de inercia semanalmente.
Los ejemplos dados iban desde esforzarse por escuchar música a un volumen bajo (para no molestar a los demás) en lugar de tener un par de auriculares cerca, o mirar un programa aburrido en lugar de coger un libro agradable.
Este comportamiento no se limita a nuestro tiempo libre. ¿Con qué frecuencia nos quejamos de tener que completar tareas laborales que nos consumen mucho tiempo o son monótonas?
Sin embargo, hacemos poco o ningún esfuerzo para mejorar nuestra situación y, en algunos casos, podemos resistirnos a cambiar a formas alternativas (a menudo más eficientes) de trabajar.
¿Por qué no podemos cambiar nuestros malos hábitos por otros mejores?
La falta de atención, los hábitos arraigados y los costos hundidos son factores conocidos que influyen en la continuidad de los cursos de acción existentes, pero ninguno explica plenamente las acciones que observamos.
En cambio, identificamos la causa como un atrincheramiento conductual , un estado mental en el que a las personas les resulta difícil cambiar de una actividad mundana a otra más placentera porque sobreestiman el desafío mental que representa el cambio.
Simplemente parece más difícil cambiar de rumbo, aunque no sea necesariamente el caso.
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En una serie de estudios, ofrecimos a las personas la oportunidad de realizar tareas a cambio de dinero y luego intentamos que cambiaran de actividad. A pesar de que las nuevas tareas eran más divertidas e igualmente gratificantes económicamente, más del 20 % continuó con las tareas originales.
Descubrimos que cuanto más tiempo permanecían las personas involucradas en tareas menos gratificantes, menor era la probabilidad de que cambiaran de tarea, lo que indicaba que se habían estancado o se habían quedado estancadas.
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Este comportamiento de atrincheramiento, o inercia, tiene algunas ventajas. Puede considerarse un mecanismo de afrontamiento para quien realiza una tarea rutinaria durante largos periodos, por ejemplo, trabajar en una línea de producción o transcribir un documento original.
Sin embargo, también impide que una persona dedique tiempo a actividades más gratificantes.