Warren Buffett, presidente y director ejecutivo de Berkshire Hathaway (BRK.B) (BRK.A), es conocido por sus perspicaces análisis de las fuerzas económicas y su impacto en los fundamentos empresariales. En su carta a los accionistas de 1981, Buffett abordó los efectos distorsionadores de la inflación en el comportamiento corporativo, escribiendo:
La inflación nos lleva a través del espejo al mundo invertido de Alicia en el País de las Maravillas. Cuando los precios suben continuamente, la empresa “mala” debe retener hasta el último céntimo posible. No porque sea atractiva como depósito de capital social, sino precisamente por su poca atractivo, la empresa de baja rentabilidad debe seguir una política de alta retención. Si desea seguir operando en el futuro como lo ha hecho en el pasado —y la mayoría de las entidades, incluidas las empresas, lo hacen—, simplemente no tiene otra opción.
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Esta observación se produjo en un momento en que la economía estadounidense se enfrentaba a una alta inflación y al aumento de las tasas de interés, condiciones que planteaban desafíos únicos tanto para inversores como para gestores. La metáfora de Buffett de un “mundo al revés” capta la realidad, contraria a la intuición, de que, en períodos inflacionarios, incluso las empresas con bajos rendimientos se ven obligadas a reinvertir cuantiosamente solo para mantener sus operaciones. A diferencia de las empresas de alta calidad que pueden generar excedentes de efectivo y recompensar a los accionistas, las empresas con bajos rendimientos deben retener capital simplemente para mantenerse al día con el aumento de los costos de inventario, cuentas por cobrar y activos fijos.
La autoridad de Buffett en este tema se basa en décadas de experiencia gestionando diferentes ciclos económicos. Desde que asumió el control de Berkshire Hathaway en la década de 1960, ha enfatizado constantemente la importancia de invertir en empresas con ventajas competitivas duraderas y un fuerte poder de fijación de precios, características que permiten a las empresas trasladar el aumento de los costos a los clientes y mantener la rentabilidad en entornos inflacionarios. Por el contrario, las empresas con economías débiles se ven obligadas a un ciclo perpetuo de retención de capital, lo que deja poco margen para dividendos, crecimiento o reducción de deuda.
Esta perspectiva tiene una relevancia duradera para inversores y líderes empresariales. Incluso con fluctuaciones en las presiones inflacionarias, el principio subyacente se mantiene: las decisiones de asignación de capital deben basarse en la capacidad de una empresa para generar rentabilidades reales superiores a la tasa de inflación. La advertencia de Buffett también sirve como advertencia para no dejarse engañar por las ganancias principales o las ganancias declaradas durante períodos inflacionarios. Lo que más importa no es el crecimiento nominal de los ingresos o los activos, sino el verdadero valor económico creado para los accionistas tras considerar el “impuesto silencioso” de la inflación.