Por qué los aranceles de Trump a Brasil son más una represalia política que comercial

Brasil pensó que había salido airoso del asunto de los aranceles de Trump.

En abril, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que los productos brasileños importados a Estados Unidos enfrentarían aranceles del 10%, la tasa base más baja aplicada a la mayoría de los países.

Ahora, cuando la pausa de 90 días sobre esos y otros aranceles específicos de Estados Unidos está a punto de expirar, Trump ha aumentado la tasa de Brasil a un enorme 50%, lo que podría iniciar una guerra comercial con la mayor economía de América Latina, que vende grandes cantidades de carne, café, acero y otros productos a Estados Unidos.

El anuncio del miércoles significa que Brasil enfrentará uno de los aranceles estadounidenses más altos del mundo, al menos hasta la fecha. Pero esta nueva política ni siquiera tiene que ver realmente con el comercio.

A principios de este mes, Trump afirmó que Estados Unidos tiene un déficit comercial con Brasil. De hecho, tiene un superávit multimillonario, lo que significa que Estados Unidos le vende más a Brasil de lo que le compra.

Este nuevo arancel no busca nivelar las condiciones comerciales. Es político y forma parte de una creciente disputa entre Estados Unidos y Brasil.

El presidente Trump ha presentado estos aranceles como una represalia por el procesamiento de su aliado, el expresidente brasileño de derecha Jair Bolsonaro.

Bolsonaro enfrenta un juicio por un presunto intento de golpe de Estado tras perder las elecciones presidenciales de 2022, cuando sus partidarios irrumpieron en edificios gubernamentales en Brasilia. El caso incluye acusaciones de un complot para asesinar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien ganó las elecciones.

Bolsonaro niega las acusaciones y Trump las ha calificado de “caza de brujas”.

Gran parte de la ira de la administración estadounidense se ha dirigido contra Alexandre de Moraes, el juez de la Corte Suprema de Brasil a cargo de investigar a Bolsonaro.

Al anunciar el aumento de los aranceles, la Casa Blanca también acusó a Brasil de “acciones que perjudican a empresas estadounidenses”, atacando los “derechos de libertad de expresión de personas estadounidenses” y lo que describió como “persecución, intimidación, acoso, censura y enjuiciamiento por motivos políticos” de Bolsonaro.

Las “acciones” y los “derechos a la libertad de expresión” mencionados en la declaración de la Casa Blanca son probablemente referencias a órdenes judiciales anteriores de Moraes para que algunas empresas de redes sociales cerraran cuentas asociadas con el expresidente, a quien Moraes acusó de difundir desinformación dañina.

Moraes es conocido en Brasil por sus acciones contra la desinformación.

El año pasado, cerró temporalmente la X de Elon Musk en Brasil –uno de los mercados más grandes de la plataforma– por no designar un representante legal en el país después de que ordenó la suspensión de decenas de cuentas por difundir desinformación, lo que Musk calificó de “censura”.

En Brasil, algunos aclaman a Moraes como un defensor de la democracia. Otros comparten la visión de Bolsonaro: es “autoritario”, o incluso un “dictador”, en palabras de Musk.

A principios de este año, el propio grupo de medios de Trump, que opera su plataforma Truth Social, demandó al juez de la Corte Suprema por acusaciones de censura.

Poco antes del anuncio de los aranceles, Estados Unidos también impuso sanciones a Moraes y le prohibió a él y a su familia obtener visas.

Algunos analistas sostienen que esta disputa sobre el control de las empresas de redes sociales es en sí misma una cuestión comercial.

Fabio Andrade, politólogo y profesor de relaciones internacionales en la Escuela Superior de Publicidad y Marketing de Brasil, argumentó que las motivaciones para los aranceles “no son únicamente” políticas.

Dijo que las grandes empresas tecnológicas son importantes en la economía de Estados Unidos y fueron “cruciales en la financiación de la campaña de Trump” y ahora podrían enfrentar aumentos de costos significativos debido a una mayor regulación en Brasil.

Pero estas nuevas políticas arancelarias y de sanciones de Estados Unidos también son en parte resultado de una larga campaña del hijo del ex presidente, Eduardo Bolsonaro, quien ha pasado los últimos meses presionando a los funcionarios estadounidenses en nombre de su padre.

Moraes ordenó que Eduardo, un legislador federal, sea investigado por presunta obstrucción a la justicia y ordenó a Jair Bolsonaro usar un dispositivo electrónico en el tobillo antes de su juicio, cumplir con el toque de queda, mantenerse alejado de las redes sociales y evitar contactar a su hijo.

Para apoyar a su amigo, Trump ha impuesto a Brasilia estos aranceles, sanciones y prohibiciones de visas, todo ello diseñado para ejercer presión sobre las autoridades brasileñas para que den marcha atrás en los procedimientos penales contra Bolsonaro.

Hasta el momento, no parecen estar funcionando y, mientras tanto, podrían perjudicar a ambas naciones.

El presidente izquierdista Lula ha rechazado repetidamente las medidas y las ha calificado como una interferencia extranjera, defendiendo las acciones de la Corte Suprema como independencia judicial e instando a Estados Unidos a negociar.

“La interferencia del gobierno estadounidense en la justicia brasileña es inaceptable”, dijo Lula el miércoles en respuesta, añadiendo que si bien el país seguía abierto a negociar con Estados Unidos sobre comercio, estaba preparando medidas para “proteger a los trabajadores, empresas y familias brasileñas”.

Las relaciones siguen siendo frías: Lula y Trump ni siquiera han intercambiado una llamada telefónica.

Del lado positivo para Lula, ha disfrutado de un repunte en las encuestas de opinión a nivel nacional debido a que responde a las amenazas arancelarias de Trump, de manera similar a Mark Carney de Canadá.

Incluso ha empezado a usar una gorra azul, no muy distinta a la roja de Trump con la leyenda “Make America Great Again”, que dice “O Brasil é dos brasileiros” o “Brasil pertenece a los brasileños”.

De hecho, algunos analistas en Brasil dicen que estos aranceles, impuestos en nombre de Bolsonaro, podrían ser contraproducentes para el expresidente, a quien actualmente se le prohíbe volver a presentarse a las elecciones presidenciales del próximo año.

En parte porque algunos productores, incluidos aquellos con mayores probabilidades de apoyar a Bolsonaro, se verán severamente afectados por la nueva tasa.

Brasil tiene un enorme negocio agrícola y vende mucha carne, petróleo y productos de acero a Estados Unidos.

Estados Unidos obtiene aproximadamente un tercio de su café y más de la mitad de su jugo de naranja de Brasil, incluso a través de grandes marcas como Tropicana y Starbucks.

Algunos artículos, incluidos muchos aceites, jugo de naranja y algunas partes de aeronaves, han sido excluidos de los aranceles por ahora.

Pero la nueva tasa arancelaria del 50%, que entrará en vigor en octubre, probablemente hará que otros bienes sean más caros para los estadounidenses, ya que las empresas transmiten los costos más altos a los consumidores y los productores brasileños tendrán que absorber ellos mismos parte de esos precios más altos.

Brasil puede buscar nuevos compradores a nivel mundial, pero los exportadores dicen que eso no compensará el impacto a corto plazo.

Cecafé, el consejo de exportadores de café de Brasil, dijo que el impacto sobre los tostadores y exportadores brasileños será “significativo” y que también se esperan aumentos de precios para los estadounidenses, ya que Estados Unidos es el mayor cliente de café de Brasil.

Los productores y exportadores brasileños están elaborando planes de contingencia ante la posibilidad de aranceles del 50%. Sin embargo, quienes he entrevistado insisten en que reemplazar el comercio con Estados Unidos no será posible a corto plazo.

Cecafé me dijo que no será fácil encontrar otros mercados para los 8,1 millones de toneladas de café que actualmente se exportan a Estados Unidos, lo que requeriría un aumento de la demanda de otros países.

Se están abriendo nuevos mercados para Brasil en Asia, que importó un 19,4% más de café brasileño el año pasado, ya que los países árabes también importaron un 31,5% más, según Cecafé, pero estos aumentos no son suficientes para absorber un posible déficit de Estados Unidos.

Lo que aún no está claro es el próximo paso de Brasil: ¿Negociarán Brasilia y Washington un nuevo acuerdo, como lo han hecho otros países? ¿O tomará Brasil represalias, convirtiendo esta disputa en una guerra comercial mutua?

Lula afirma que no se dejará intimidar. Trump no da señales de ceder. Ambos son grandes personalidades, con bases de apoyo en extremos opuestos del espectro político a las que impresionar.

¿Qué más podría salir mal?