La política japonesa es un barco generalmente estable, que raya en lo aburrido la mayor parte del tiempo.
Ya no.
El domingo pasado, un partido de extrema derecha otrora oscuro, Sanseito, pasó de uno a 15 escaños en las elecciones, lo que lo convierte en un serio contendiente en la escena política de Japón.
Con su lema “Japón primero”, que evoca el “Estados Unidos primero” del presidente estadounidense Donald Trump, han irritado profundamente al gobernante Partido Liberal Democrático (PLD) y a su atribulado primer ministro, Shigeru Ishiba.
Para él, la última semana fue una especie de montaña rusa.
En las elecciones, su coalición gobernante, el PLD, perdió su mayoría en la cámara alta del parlamento japonés (ya había perdido el control de la cámara baja el año pasado), lo que provocó pedidos de renuncia a su propio partido.
Para el miércoles, había sellado un acuerdo sobre aranceles con EE. UU., que el presidente estadounidense calificó de “masivo”. Si bien esto proporcionó a la economía una dosis de estabilidad muy necesaria, no logró salvar la política japonesa de la convulsión.
Japón es una de las democracias más estables del mundo; sus elecciones rara vez sorprenden. El PLD ha gobernado casi ininterrumpidamente desde 1955 (salvo breves periodos). Parecía inmune al populismo observado en otros países.
Pero ahora el partido afronta uno de los desafíos más serios de su historia de posguerra.
¿Qué fue entonces lo que convirtió la tierra de la política monótona en un feroz campo de batalla político y atrajo a muchos a la extrema derecha?
Guerras del arroz: la ira en los supermercados
Han sido unos años difíciles para los hogares japoneses. Han lidiado con la inflación, los altos precios, el estancamiento salarial y una economía lenta.
Tomemos como ejemplo el precio del arroz . Se ha duplicado desde el año pasado y una bolsa típica de 5 kg ahora cuesta más de 4.000 yenes (20 libras) en los supermercados.
Esto se debe en parte a una escasez de suministro causada por una mala cosecha en 2023, pero a esto se sumó un poderoso terremoto, que provocó advertencias de un “megaterremoto”, lo que provocó que los compradores acumularan existencias en pánico.
Las imágenes en los canales de televisión locales y en las redes sociales mostraron largas filas de personas haciendo fila para comprar arroz.
“El arroz es un alimento básico para nosotros. Siempre lo hemos dado por sentado, pero esto nos afecta a todos, no solo a mí y a lo que come mi bebé, sino también a los negocios de la gente”, explica Momoko Abe, de 36 años, quien compra con su hija de cuatro meses en un supermercado del norte de Tokio. “Fue bastante impactante ver que el precio pudiera subir tanto en tan poco tiempo”.
Otro comprador, Watanabe Takeshi, de 65 años, me dice que no tiene muchas opciones. “Es caro, pero tenemos que comprarlo. El precio del arroz lo controla el gobierno”, dice.
El ministro de Agricultura, Shinjiro Koizumi, ha prometido bajar los precios y modificar la cadena de suministro (y ya ha entrado más arroz en el mercado), pero los precios siguen siendo altos.
Es un síntoma de que un gobierno está luchando por reactivar la economía y contener la inflación.