México ha producido una larga lista de campeones mundiales de boxeo, la mayoría de los cuales han peleado en las categorías más ligeras. El período de 1969 a 1985 se considera la época dorada de los pesos gallo mexicanos, con nueve campeones mundiales de México en esa época.
Ningún combate durante esta época dorada creó tanta anticipación como la llamada “Batalla de los Chicos Z”, el enfrentamiento de 1977 entre los campeones de boxeo mexicanos Carlos Zárate y Alfonso Zamora.
Ambos llegaron a la pelea con títulos mundiales: Zárate, el del CMB, y Zamora, el de la AMB. Ambos estaban invictos y eran especialistas en nocauts, logrando noquear a 73 de sus 74 oponentes. Así que el escenario estaba listo para un duelo dramático.
Zárate y Zamora compartían algunas similitudes más allá de su talento innato. Ambos nacieron en zonas peligrosas de la Ciudad de México: Zárate, el mayor por casi tres años, se crio en el barrio de Tepito, donde las peleas y los problemas eran parte de la vida. Zamora también se metía en peleas callejeras y tenía todos los problemas propios de un niño que vive en calles peligrosas. Su padre lo llevaba al gimnasio local, donde hacía algunas tareas y golpeaba la bolsa después de que todos se fueran. El entrenador se dio cuenta y lo inició en su carrera amateur.
Ambos boxeadores también se destacaron en el boxeo amateur: Zárate fue campeón mexicano de los Guantes de Oro en 1969 y culminó su carrera amateur con un récord de 33 victorias y 3 derrotas. Treinta de sus peleas las ganó por nocaut. Zamora permaneció en el boxeo amateur hasta 1972 y fue recompensado con una medalla de plata olímpica en los Juegos Olímpicos de Múnich. Para entonces, Zárate había ganado sus primeras 14 peleas profesionales.
Al inicio de sus carreras, ambos fueron manejados por Arturo “Cuyo” Hernández, lo cual no es de sorprenderse, pues era una época en la que cualquier boxeador mexicano con potencial mundial quería estar en el establo de Hernández; él era el forjador de los campeones mundiales del boxeo mexicano, el creador de su época de oro de peso gallo.
Hernández había sido un boxeador promedio, pero como mánager era inigualable. Su conocimiento, sus rabietas y su habilidad para cerrar tratos habían guiado a tres de los mejores boxeadores de México —Rodolfo “Chango” Casanova, José “Toluco” López y Rubén “Púas” Olivares— a títulos mundiales. Tenía buen ojo para el talento, la visión y la crueldad necesarias para sacar lo mejor de los jóvenes boxeadores que encontraba.