A medida que los medios de comunicación tradicionales cierran, estamos entrando en la era del posperiodismo.

Más que el fin de una respetada emisora regional, el cierre de Al Jazeera en los Balcanes señala el comienzo de una fase peligrosa para la democracia mundial.

Alexandra Karppi es directora de investigación y comunicación de la Iniciativa de Medios Libres de los Balcanes. Vanesa Valcheva es coordinadora de operaciones y proyectos de BFMI.

En una región donde la libertad de prensa ya está bajo tensión, Al Jazeera Balkans, que anunció que cesará sus operaciones este mes, es simplemente la última víctima.

Hasta el momento, 2025 ha presenciado una serie de cierres de medios de comunicación tradicionales, importantes para la paz y la democracia en los Balcanes Occidentales durante más de tres décadas. Y sin la visibilidad y la rendición de cuentas que ofrecen estos grandes medios, cada vez es más probable una escalada de la represión gubernamental en toda la región.

Pero los riesgos de estos cierres van mucho más allá y presagian el comienzo de un capítulo preocupante en la democracia global: la era del “posperiodismo”, donde la verdad pierde sentido.

Se suponía que 2025 sería un año de resurgimiento para los medios de comunicación europeos, con la promulgación por Bruselas de una nueva legislación sobre libertad de prensa. Sin embargo, en realidad, los últimos meses han sido todo lo contrario, con los periodistas de la periferia europea enfrentados a una crisis en toda regla.

Días después de su investidura, el presidente estadounidense Donald Trump congeló la financiación extranjera para el Departamento de Estado y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), cerrando esta última el 1 de julio . Con miles de medios independientes que dependen de estas dos agencias para su financiación, el impacto se sintió en las redacciones de todo el mundo con suspensiones temporales de empleo, despidos y cierres de oficinas.

En marzo, Trump firmó una directiva que efectivamente destripa la Agencia de Estados Unidos para los Medios Globales , que financia Voice of America y Radio Free Europe/Radio Liberty, dos de los medios más importantes que cubren Europa y Eurasia, con décadas de trayectoria informando sobre regímenes autoritarios.

A pesar de las continuas batallas legales , los despidos en estas organizaciones continúan, incluyendo a algunos de los periodistas más destacados que cubren la región. Y ahora, Al Jazeera Balkans dejará oficialmente de transmitir después de 14 años .

Los medios independientes llevan mucho tiempo en crisis de financiación. Pero la repentina retirada de fondos de los donantes por parte de la administración Trump, y la imposición de ejecutivos afines, ha causado estragos difíciles de cuantificar.

Los medios tradicionales como Al Jazeera Balkans, VOA y RFE/RL brindaron una plataforma y una “cobertura” para que los ciudadanos hicieran sonar la alarma sobre los abusos del gobierno y exigieran responsabilidades a los que están en el poder, especialmente en mercados mediáticos controlados por el Estado, como los de los Balcanes.

El impacto de estas decisiones se sentirá de inmediato en Serbia, por ejemplo, donde se ha desatado una ola histórica de represión contra los medios de comunicación y la sociedad civil en paralelo a la eliminación de la ayuda exterior estadounidense. El epicentro de esta lucha son las continuas protestas estudiantiles, desatadas por un escándalo de corrupción en noviembre pasado.

Citando declaraciones de funcionarios de Trump sobre la posible malversación de fondos de USAID, la policía serbia allanó las oficinas de cuatro organizaciones en febrero, un presagio de la brutalidad que el gobierno emplearía contra los manifestantes. La siguiente ronda de cierres de medios tradicionales en marzo coincidió con la difamación de otros medios regionales , como la Red de Periodismo de Investigación de los Balcanes, y de expertos individuales.

Este es el ejemplo más terrible, pero la inestabilidad gubernamental en Kosovo , los conflictos interétnicos en Macedonia del Norte y la crisis secesionista en Bosnia-Herzegovina apuntan a turbulencias futuras, y los ciudadanos necesitarán desesperadamente información precisa.

En la década de 1990, los gobiernos occidentales invirtieron millones en el desarrollo de los medios de comunicación, apostando a que una prensa pluralista podría proteger a las sociedades posconflicto contra la recaída autoritaria. En aquel entonces, el periodismo no se limitaba a los hechos; se consideraba un pilar fundamental de la paz, el libre mercado y la democracia. Este fue el origen de Al Jazeera Balkans, VOA y RFE/RL.

Pero hoy, parece que esa apuesta no ha dado sus frutos. Y el cierre de Al Jazeera Balkans no solo marcará el fin de una respetada emisora regional, sino que marcará el inicio de la era del “posperiodismo”. El periodismo tal como lo conocemos seguirá existiendo, pero se verá despojado de influencia, alcance y significado.

En esta realidad que se acerca rápidamente, la información será abundante, pero insignificante; la verdad será técnicamente accesible, pero estructuralmente irrelevante; y la arquitectura mediática permanecerá intacta, pero erosionada por la desinformación, la desconfianza y el cansancio de los donantes. Esto no es solo una transición de los medios libres a nuevas formas de censura. Es también un deslizamiento hacia un nuevo orden mundial, un paraíso para los autoritarios, que ya están ganando la guerra de la información .

El cierre de los medios de comunicación tradicionales en los Balcanes Occidentales marca el fin de décadas de lucha contra la represión autoritaria en Europa. Y esta pequeña región es ahora un experimento en tiempo real de cómo será el futuro, a menos que la comunidad democrática actúe.

Las instituciones europeas deben ir más allá de la gestión de crisis y la nostalgia de la época dorada de los medios de comunicación. El objetivo no es solo salvar las redacciones tradicionales y mantener a flote los medios independientes, sino reconstruir el periodismo como un bien público, con la financiación, la infraestructura y la voluntad política necesarias.

Como punto de partida, Europa necesita urgentemente un cambio de mentalidad colectiva. Bruselas debe ver el periodismo no como un proyecto secundario de la democracia, sino como una necesidad para ella.