Como golfista profesional, estoy acostumbrado a los sonidos de un gran torneo: los rugidos, los aplausos, la exclamación colectiva de un casi accidente. Pero el sonido que nunca olvidaré de la Ryder Cup 2018 fue el silencio. Un silencio sepulcral y denso se apoderó del hoyo 6 de Le Golf National tras uno de los accidentes más horribles que he visto.
El ambiente ese día era electrizante. Era la Ryder Cup, Europa contra EE. UU., y aficionados de todo el mundo abarrotaban el estadio, creando un mar de ruido y color. Una de esas aficionadas era Corinne Remande, quien había volado desde Egipto con su esposo para hacer realidad el sueño de su vida: asistir al mayor evento de golf.
Ese sueño se convirtió en una pesadilla en un abrir y cerrar de ojos.
Brooks Koepka, uno de los bateadores más largos del mundo, quien tanto ha ganado con este deporte, se acercó al tee. Lanzó un drive que viró bruscamente a la derecha, un bloqueo temido que envió la bola disparada hacia la galería a más de 290 kilómetros por hora. Mientras jugadores y caddies insistían en gritar “¡Fore!”, la advertencia se perdió en el caos.
La bala golpeó a Corinne directamente en la cara. Ella se desplomó al instante.
Más que una lesión
Vi las imágenes de Koepka, visiblemente conmocionado, acercándose a ella. La alegría de la Ryder Cup se había evaporado, reemplazada por la conmoción y la confusión. Pero el verdadero horror de la situación no se conocería hasta más tarde.
En el hospital, a Corinne le diagnosticaron una fractura de cuenca ocular. Los médicos le dieron la devastadora noticia: su globo ocular derecho había estallado con el impacto. El daño fue irreparable. Quedó ciega de ese ojo para siempre. Su frase aún me atormenta: «Cuando estaba en el suelo, sentía que la sangre le manaba del ojo».
La pregunta incómoda que cambió el golf
Tras el incidente, Koepka lo calificó como uno de los peores días de su vida. Pero la valentía de Corinne es lo que realmente definió esta historia. Salió a la luz no para culpar, sino para plantear una pregunta simple y crucial: ¿Están realmente seguros los aficionados?
Argumentó que no hubo suficientes advertencias por parte de los árbitros y que los organizadores podrían haber hecho más. Su historia desató un gran debate en el mundo del golf. ¿Deberían moverse las cuerdas más atrás? ¿Necesitamos más comisarios? ¿Están los jugadores haciendo lo suficiente para proteger a quienes acuden a apoyarlos?
Su valentía obligó al deporte a reflexionar sobre sus consecuencias. Los jugadores se volvieron más vigilantes y los organizadores comenzaron a reevaluar la seguridad en el campo. Aunque su vida cambió para siempre, su historia fue más que una tragedia. Fue un catalizador para el cambio. Es un poderoso recordatorio de que, en medio de la gloria del deporte de clase mundial, un solo momento puede cambiar una vida para siempre.