Los pasos que se desvanecen del Kurdistán: El último zapatero de Sabunkaran

Cada mañana, antes de que el mercado cobre vida, Saman Saeed abre la puerta de madera de su taller en Sabunkaran (Sabun Karan), un histórico mercado al aire libre conocido por sus puestos de artesanos y tiendas tradicionales. Los callejones aún conservan el aroma a cuero, mezclado con el humo de cigarrillos y el murmullo de voces antiguas.

Dentro, entre taburetes agrietados y herramientas desgastadas por el tiempo, acerca una silla, enhebra una aguja y empieza a coser en silencio. A sus 48 años, no es solo un zapatero remendón. Es el último de ellos.

Al-Sulaymaniyah, una ciudad importante en la región del Kurdistán iraquí, fue una vez un centro de comercio y artesanías tradicionales. Sabunkaran prosperó como un mercado donde sastres, herreros y zapateros practicaban sus artesanías codo a codo.

Sin embargo, hoy en día, ese ritmo se ha ralentizado. Saman es uno de los dos o tres zapateros que quedan: guardianes de una profesión en decadencia.

“Este mercado es mi segundo hogar”, dijo Saman a Shafaq News, con los dedos apoyados en una tosca tira de cuero. “De niño, me sentaba junto a mi padre y mi abuelo, viéndolos remendar suelas y coser costuras. La tienda siempre estaba llena. Los clientes hacían fila. Pensé que este oficio me acompañaría toda la vida. Pero ahora, está desapareciendo silenciosamente”.

Dentro de su tienda, el tiempo parece detenido: abrazaderas de hierro oxidadas se encuentran junto a hilo de nailon y agujas gruesas y curvas; cueros enrollados se apoyan en estantes de madera; y una radio destartalada susurra noticias de fondo. Sus manos se mueven con la precisión de la costumbre, midiendo, cortando, doblando, como si conservaran la memoria muscular transmitida de generación en generación.

“La gente piensa que un zapatero solo repara zapatos”, dijo, ajustándose un delantal desgastado. “Pero nosotros hacemos carteras, cinturones e incluso estuches a medida para instrumentos musicales. Ajustamos la talla de los zapatos, remodelamos el cuero, arreglamos lo que las máquinas no pueden. Devolvemos la vida a algo que alguien creía terminado”.