Los legisladores estadounidenses equilibran la seguridad y la apertura ante el aumento de las amenazas de violencia política

Dile a Eric Swalwell que vamos a ir y que vamos a encargarnos de todos. Vamos a hacerles daño a todos. Venimos a hacerles daño.

El personal de la oficina del representante Swalwell en el distrito de California ya había oído la voz del hombre. Había llamado dos veces en las semanas anteriores para dejar amenazas repugnantes y racistas contra el congresista demócrata y su esposa en mensajes de voz, según una denuncia penal del FBI publicada el lunes.

“Así que, a estas alturas, me parece bien cualquier cosa. Estoy harto. Me instalaré detrás de mi .308 y haré mi trabajo”, dijo en una grabación de voz. El .308 hace referencia a un rifle, según la denuncia penal. “¿Quieres una guerra? ¡Que empiece la guerra!”.

El personal de Swalwell reportó la última amenaza. Esta vez, el FBI acusó de un delito a quien llamó.

Mientras las amenazas de violencia política aumentan –y el impacto del asesinato político en Minnesota resuena en todo el país–, legisladores como Swalwell están reevaluando cómo gestionar el equilibrio entre apertura y seguridad.

El instinto de los profesionales de la seguridad puede ser aumentar la seguridad física y limitar la disponibilidad de los funcionarios electos para el público. Pero ese enfoque choca directamente con la necesidad imperiosa de que los políticos conecten con sus electores.

“No me voy a dejar intimidar. Sé que el objetivo de esta amenaza es que me encoja o me esconda debajo de la cama y no diga nada”, declaró Swalwell a The Guardian. “Este tipo está aterrorizando a los miembros del Congreso, a las fuerzas del orden y al personal, y eso simplemente no tiene cabida en nuestro discurso civilizado”.

Swalwell ha tenido que gastar casi un millón de dólares en seguridad en los últimos dos años, afirmó. Ese dinero sale de sus cuentas de campaña.

“Cuando te amenazan y te proteges a ti mismo, a tu familia y a tu personal, estás utilizando todos tus recursos de campaña”, dijo Swalwell. “Tienes que decidir si puedes proteger a tu familia o proteger tu reelección, pero ambas opciones han sido costosas”.

Quien llamó, Geoffrey Chad Giglio, no era un desconocido para el FBI ni para el público. Reuters lo entrevistó en octubre mientras analizaba la retórica política violenta tras el segundo intento de asesinato contra Donald Trump, presentándolo como un provocador y un ejemplo de la nueva brutalidad.

“Voy más allá”, dijo Giglio a Reuters, añadiendo que jamás haría daño a nadie. “Si tengo que ir a la cárcel porque alguien piensa que soy una amenaza real, pues que así sea”.