Cómo los programas de telerrealidad cambiaron nuestra forma de pensar, para mejor

Era el 17 de agosto de 2000 y un grupo de personas se apiñaba alrededor de una pantalla de ordenador en la sala de prensa de la BBC, cuando de repente se oyó una exclamación colectiva. Uno del grupo se giró y anunció con mucha solemnidad: «¡Nick el Desagradable se ha ido!».

Nick Bateman, compañero de piso en el reality show británico Gran Hermano, fue descubierto intentando manipular los votos de su compañero y se le pidió que abandonara la casa. El incidente se convertiría en noticia de primera plana. La saga provocó un debate moral a nivel nacional, no sólo sobre el incidente sino sobre la existencia misma del programa.

En un artículo para el London Evening Standard, un crítico de televisión acusó al principal ejecutivo de Gran Hermano, Peter Bazalgette, de “manchar excrementos sobre nuestras pantallas”. Un crítico del periódico The Herald denunció a los compañeros de casa como “farsantes, oportunistas, tontos, inútiles y necios”.

Sin embargo, los británicos votaron con los pies (o con sus mandos a distancia). Unos 10 millones de personas sintonizaron la final el 15 de septiembre, lo que marcó el inicio de un importante cambio cultural.

Los Traidores atrajeron a más de 10 millones de espectadores en el primer episodio de la tercera temporada en enero. Y aunque Love Island UK haya visto disminuir su audiencia desde su pico de seis millones de episodios en 2019, aun así ha sido renovada 10 veces.

Durante años, se han desenmascarado los aspectos negativos de los realities. Ha habido impactos preocupantes, en algunos casos devastadores, en los concursantes de ciertos programas, lo que, con razón, ha impulsado cambios. En cuanto a los críticos, algunos han seguido desestimando muchos reality shows como un escapismo superficial, en el mejor de los casos, o, en el peor, perjudicialmente divisivos.

Hoy en día, los programas de telerrealidad cubren un amplio espectro: desde dramas que documentan la vida de amigos (The Only Way is Essex, Geordie Shore, Made in Chelsea) hasta programas basados en competencias (Survivor, The Traitors, Love Island) que giran en torno a la “realidad” de la vida de los concursantes.